
Recuerdas que
(El físico y el escéptico)
¿Recuerdas el viaje que hicimos a Lisboa? Teníamos veinticuatro años, ganas de conocer mundo y la cartera vacía. En un alarde de valentía me acerqué a saludarte y me dijiste que llevabas esperándome desde primero, cuando despistado entré por error a tu clase de filosofía. Una semana después llenábamos las mochilas y viajábamos por carretera en el coche de mi padre. Tuvimos la ciudad a nuestros pies desde el castillo de san Jorge, y nos hundimos entre luminosas callejuelas montados en el tranvía veintiocho. Arrugaste la nariz al probar el bacalao, aunque sé que te habría encantado si antes no te hubiera dicho que llevaba bechamel. Después te quitaste el mal sabor con un atracón de pasteles de Belém.
Cierra los ojos, cariño, y recuérdalo. Sí que llegó a pasar. Seiscientos veinticinco kilómetros de línea recta en el viejo Alfa Romeo. Un posible evento en el trescientos que nunca nos desvió. Quizás no esté ahora en tu cabeza cansada, pero lo hicimos. Confía en mí.
Te voy a contar algo ¿Sabes lo que es una línea recta? Es un concepto que nos permite medir la longitud, una dimensión. Tú y yo en esta cama, somos dos puntos inseparables unidos por una línea recta. Igual que Madrid y Lisboa. Luego están la anchura y la altura. Y el tiempo, que piensas implacable, inalterable, el que crees que ahora se nos acaba, es una dimensión más. Tú piensas que el tiempo solo puede avanzar, pero ¿qué es adelante y atrás en una línea infinita?
Paramos en Mérida porque nos rugían las tripas. En el fragor de la cama se nos hizo tarde y salimos sin desayunar, y aún así, con tu pelo alborotado, eras inmensamente hermoso. Comimos unos sándwiches refrigerados en la gasolinera de la A-5, y entonces no recibiste esa llamada para una entrevista. Nunca deshicimos esa línea recta para un trabajo que duró dos meses. Lisboa no se convirtió en nuestro eterno viaje pendiente.
Tengo que contarte otra cosa. Ahora se sabe que hay muchas más dimensiones de las cuatro que podemos percibir. Hasta once, según los estudiosos de la teoría de cuerdas. La quinta es el tiempo bidimensional. Un tiempo por el que poder desplazarse, igual que nosotros por las tres dimensiones que conocemos. Tú y yo tomando otras decisiones que nos llevan a otro punto. En dos mil nueve, en dos mil quince, hoy, a la vez. Está pasando de verdad. En algún lugar del ahora estamos en esta cama, recordando el viaje a Lisboa con total claridad. En algún sitio del presente quizás no estés en esta cama porque a los treinta dejaste el tabaco, o a los treinta y dos te detectaron a tiempo el tumor.
Solo necesito que me prometas una cosa. Que en la próxima (o anterior) realidad no esperes a que mi indeciso yo de cualquier universo se acerque tímido a saludarte. Que te aproximes con tus preciosos ojos azules y me beses, que al día siguiente salgamos en coche a Lisboa y que nunca demos la vuelta. Porque lo único seguro es que en todas las realidades posibles te estoy esperando a ti.