top of page
Perdona por llegar tarde SIN LETRAS.jpg

Perdona por llegar tarde

Hola primo. Qué raro se me hace llamarte así después de tanto tiempo. Ya sé que hace mucho que no hablamos. Desde la boda de la tía Quili exactamente, donde apenas intercambiamos un par de frases cortas porque te negaste a entrar en la iglesia. Te he echado mucho de menos, ¿sabes? Recuerdo con cariño los días de cole en los que tú, Paula y yo éramos inseparables. Los tres mosqueteros, como nos llamaba todo el mundo. Por aquél entonces eras risueño, atento, conciliador y extrovertido. Siempre a nuestro lado, preocupándote de los demás, llenando a todos de risas. Eras un trasto, eso sí, y traías de cabeza a don Emilio, el profe de música, al que en más de una ocasión le pusiste pegamento rápido en la silla.


No lograba recordar exactamente qué nos pasó, por qué nos distanciamos. Durante años supuse que la adolescencia nos había llevado por caminos diferentes. Esa etapa extraña en la que yo ya había cambiado la voz y comenzaban a asomarme cuatro pelos púbicos mientras tú aún parecías un niño. Que tu madurez sexual tardía te había vuelto introvertido, y que por eso el resto de chavales comenzaron a meterse contigo. A partir de entonces empezaste a marchitarte. Tu personalidad efervescente se diluyó, y te convertiste en el rarito. Para todos. Los chicos empezaron a llamarte Falditas porque, fuera de clase, sólo se te veía en compañía del padre Ángel, ayudándole en misa con ese llamativo atuendo de monaguillo. Al principio Paula reprendía duramente a los que te insultaban, pero pronto se rindió. Yo... ahora no puedo lamentar más el no haberte defendido.


Fue precisamente Paula la que me llamó hace tres noches, mientras cenaba. ¡Pon la uno, corre!, me dijo. Y yo, que estaba dando de cenar al niño, empecé a recordarlo todo, y le tiré por encima el puré de verduras caliente al pobre Leo. Me vino a la cabeza de golpe, y desde entonces no he podido dormir ni una sola noche del tirón. Es por eso que llamé a tía Quili para pedirle tu contacto.


Ahora recuerdo que esa tarde de diciembre me quedé ensayando el baile de Navidad en el patio mientras tú estabas en misa con el padre Ángel. Paula no dejaba de discutir con otro par de compañeras por hacer de Mariah Carey en su famoso villancico. Ya sabes lo mandona que era. Un rato después, se había montado una batalla campal en la cancha de baloncesto. Fueron necesarios cinco curas para separarnos. Entonces me di cuenta de que había quedado en ir a buscarte a la salida del oficio, hacía ya más de una hora. Corrí hacia el edificio principal. Me apresuré por el pasillo que conducía a la capilla pequeña, pero no estabas allí. Oí un grito ahogado que venía de la sacristía contigua. Me asomé a la puerta, despacio, y allí estabas encima de una mesa, con el padre Ángel poniendo sus sucias manos encima de ti. La cabeza te colgaba inerte del borde. No sé si tú lo recuerdas, pero me miraste directamente a los ojos mientras el padre Ángel me daba la espalda. Tenías un calcetín en la boca y lágrimas recorriendo el espacio entre tus ojos y tu frente, y yo, presa de una cobardía infinita, me fui tan sigilosamente como había llegado. Lo borré de mi mente. Del todo. Ese día, y ese año escolar al completo. ¿Cómo has podido guardarlo en secreto tanto tiempo?


Ayer tuve que suplicarle a tía Quili que me diese tu número, y me dijo que probablemente no me contestarías. No quiere saber nada de ti, dijo. ¿Qué le hiciste para seguir enfadados tanto tiempo después? Tranquilo, no le he contado nada. Sólo necesitaba escribirte y pedirte perdón. Perdón por no defenderte. Perdón por no haber permanecido a tu lado. Perdón por haber borrado esa imagen terrorífica de mi mente, que ahora me persigue cada vez que me acuesto. Perdón por llegar tarde a buscarte ese día, por llegar veinte años tarde.


Hace tres días que encontraron a ese cabrón escondido en una cabaña en mitad de los Picos de Europa. Al parecer, años después de darnos clase se fugó porque encontraron grabaciones en las que aparecías tú y dos niños más. Me imagino que estarás al corriente. Dijeron en las noticias que no entrará en la cárcel por ser demasiado mayor. Desde entonces sólo pienso en qué escribirte. En cómo recuperarte. Quiero que sepas que estoy contigo. Que tengo preparado el coche y, cuando quieras, vamos a buscar a ese hijo de puta para partirle las piernas.

Perdona por llegar tarde: Bienvenido

©2022 por Jota Codorníu

bottom of page